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La Triple Alianza Antiobrera y un crimen aleccionador

Fue el 20 de octubre de 2010, cerca del mediodía, en Barracas, cuando desconcentraba la movilización que había intentado cortar las vías del tren en solidaridad con la protesta de los trabajadores tercerizados del Ferrocarril Roca. La policía -que había desplegado un  centenar de efectivos- y la patota de la burocracia sindical, -con barras bravas a su servicio- dirigida a la distancia por José Pedraza y el “Gallego” Fernández de la Unión Ferroviaria y licenciada “para tareas gremiales” por la empresa UGOFE, primero se adueñó de las vías y luego arremetió contra los movilizados disparando armas de fuego.

La muerte de Mariano y las heridas de gravedad de los compañerxs Elsa Rodríguez, Nelson Aguirre y Ariel Pintos, fueron el resultado de un ataque que retrata hasta dónde llega la voracidad capitalista de un grupo empresarial asociado al aparato estatal y a la burocracia sindical. A la lucha contra la tercerización y por el pase a planta permanente, los tres enemigos históricos de la clase obrera respondieron con la represión también “tercerizada”.

Una y otra tercerización, la laboral y la represiva, son armas que el sistema despliega contra lxs trabajadorxs. Con la primera, el estado garantiza al capital la intangibilidad de su tasa de ganancia a costa de la precarización y la afectación salarial del trabajador tercerizado. El conflicto en el Roca se centraba en el reclamo legítimo de lxs trabajadorxs que ingresaron a través de las “cooperativas” truchas de la Unión Ferroviaria y con contratos basura. Su pelea contra el régimen de explotación recibió la solidaridad de muchas organizaciones y compañerxs, como el joven militante Mariano Ferreyra, que integraba la columna del Partido Obrero.

Con la tercerización represiva, el estado provee a la defensa de los intereses de los grupos empresariales dominantes, encubriendo y maquillando un accionar imposible de justificar desde sus propias agencias: ¿para qué pagar el costo de un crimen político, si pueden ejecutarlo las bandas “privadas” a su servicio?

Aparecen, entonces, no sólo la burocracia sindical -con negocios directos a cargo de la Unión Ferroviaria ya que el ramal Belgrano Cargas era administrado por una empresa del propio Pedraza que también dirigía las “coorperativas”- sino también sus incondicionales barras bravas, esos policías de la tribuna que, como los de uniforme, por dinero y otras prebendas se ofrecen como despreciable sicario.

Con Pedraza y su segundo, el “Gallego” Fernández, por teléfono, y Pablo Díaz en el lugar de los hechos, la burocracia sindical condujo a su patota, conformada por elementos descompuestos, auténticos desclasados como Cristian “Harry” Favale, el autor del disparo mortal sobre Mariano.

Fue indispensable la participación de la policía federal, que condicionó que la movilización llegara al lugar perfecto para el ataque; abrió paso a la patota para facilitarlo y luego cubiró sus espaldas en la fuga, impidiendo que lxs compañerxs pudieran darles alcance. Desde lo más alto de sus mandos, que ordenaron el retiro de los efectivos hasta una distancia que permitiera la acción impune de los atacantes, hasta el agente que filmó todo, excepto los cuatro minutos de los disparos, sin la policía el crimen no hubiera sido posible.

Convenientemente monitoreado el accionar de la patota, desde la Sala de Situación de la PFA hasta los teléfonos de la Unión Ferroviaria y las llamadas del secretario de Transporte Juan Pablo Schiavi y otros funcionarios del gobierno, se consumó el golpe que quiso ser aleccionador para lxs trabajadorxs, porque había que callar a los que no se sometían, había que terminar con los que no se subordinaban.

Como se demostró en el juicio –aunque continúa impune-, hubo explícito aval de UGOFE, la empresa creada el 22 de mayo de 2007, cuando el gobierno rescindió el contrato de concesión de la empresa Metropolitano y ordenó la creación de esa Unidad de Gestión, conformada por los otros tres concesionarios de ferrocarriles, Ferrovías, Metrovías y Trenes de Buenos Aires, para encargarse de la operación del servicio.

Funcionarios estatales y policía; burocracia y sus patotas y los empresarios, unidos para acometer contra los trabajadores, son la triple alianza antiobrera, diseñadora, ejecutora y beneficiaria del crimen político más emblemático de los últimos años.

Se sucedieron las movilizaciones, se disputó con el estado en todos los frentes, incluido el judicial, en el que CORREPI, junto a APEL, integró la representación jurídica de los compañeros heridos. Se llevaron adelante infinidad de actividades a lo largo y ancho del país que reclamaron contra la impunidad del crimen.

El juicio del sistema condenó a penas de prisión y multa a sindicalistas, barras y policías (14 condenas a penas de entre 18, 15, 10, 8 y 2 años de prisión y 3 absoluciones fue el resultado). El juicio sirvió para revelar otras cuestiones no tan sorprendentes: la intención burda de abogados inescrupulosos de culpar a la víctima, la permeabilidad de estamentos superiores de la justicia a los actos de corruptela más torpes y a la vez siniestros, la condición de reticentes de funcionarios y empresarios involucrados, por citar algunas. Pero también su contrapartida: la firmeza, convicción y fortaleza moral de un sinnúmero de compañeras y compañeros que declararon como testigos, y la solidaridad conmovedora de miles que bancaron en las calles durante los nueve meses que demandó el debate.

No obstante, siempre supimos que la cuestión era otra: Para que la muerte de Mariano no haya sido en vano y su figura no se vincule a la de una víctima sino a la de un luchador, se imponía demostrar la razón política de ese accionar represivo.

Para ello era necesario poner al descubierto el carácter gerenciador del estado de los intereses de los grupos capitalistas, y que todo su andamiaje está al servicio de ese gerenciamiento. Pero además, que ese andamiaje lo integran también los otros verdugos de los trabajadores.

Era necesario demostrar que todos ellos juntos saben como ningún otro, aquello que invocó CORREPI al concluir los alegatos: “ que le temen a la clase obrera movilizada y entonces la muerte de Mariano Ferreyra refleja como pocas, la permanente vigencia de que es ella el motor de la historia”.

No pudieron ni podrán pararlo, en la lucha organizada de todos los días Mariano Ferreyra nos acompaña.

 

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