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El 18 de agosto de 2002, a las dos de la tarde, Maximiliano Oscar Miño (21) entró a un supermercado de la empresa DIA en la localidad de Tropezón. A los pocos minutos, acusado por el personal de seguridad del comercio de haber intentado robar dinero de la caja, fue detenido y conducido a la comisaría 1ª de San Martín. En la primera consulta, apenas ingresó a la comisaría, el fiscal de turno ordenó su soltura, previo identificarlo y hacerlo ver por un médico. Según las posteriores “explicaciones” policiales, cuando estaban iniciando esos trámites recibieron el aviso de una alarma por robo en las cercanías, por lo que, en lugar de liberarlo, lo encerraron en el calabozo de contraventores, y, siempre según los policías, se fueron todos (sí, todos) a atender la emergencia.

Cuando regresaron, a las 17:50, informaron al fiscal que lo encontraron muerto, ahorcado con un cordón de zapatillas atado a un barrote de la celda. El “detalle” nada menor, es que el pibe estaba esposado.
La mamá de Maxi, Ester Lobatto, una mujer trabajadora, cabeza de su familia, nunca creyó el cuento del suicidio. En aquellos años, cuando no hablábamos de conectividad ni de redes, empezó a caminar y a preguntar. No tardó mucho en vincularse con CORREPI. Ester -Estercita, como le decimos desde siempre- se convirtió en la voz más potente en cada marcha, en cada escrache, en cada movilización. Si había megáfono, mejor. Y si no, igual se hacía escuchar, agitando como ninguna con las consignas y cantos. Si estaba Estercita, seguro que no era una actividad silenciosa.

Por años sostuvimos abierta la causa penal, que instruyó la UFI n° 6 de San Martín. Logramos poner en crisis la hipótesis del suicidio, logramos probar que Maxi sufría un hostigamiento constante por parte del personal de esa comisaría, que repetidamente lo detenía por averiguaciones de antecedentes e incluso que en al menos una oportunidad fue amenazado de muerte por uno de los integrantes del servicio de calle. Llegamos a acreditar la responsabilidad genérica estatal, pero -como en tantas causas por muertes en comisarías y cárceles- nunca pudimos identificar al autor material, y la causa fue archivada sin imputados. Eso no hizo mella en la militancia de la compañera, siempre presente y la primera en acercarse a las familias del barrio cuando se enteraba que la policía había matado otro pibe.

Hoy, 18 años después, la vemos menos, porque necesita cuidarse y no es prudente que viaje sola, pero no pasa una semana sin que se comunique con lxs compañerxs de CORREPI para contarnos lo que pasa en su barrio, y nos transmite fuerza para seguir adelante. Cada tanto nos cuenta que sueña con Maxi y ella siente paz, porque él le agradece que nunca dejó de luchar.

Junto a Estercita, hoy decimos:

Maxi Miño ¡Presente!

¡Ahora y siempre!

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