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A pocos días de hacer público el vínculo de Virginia Luján Sosa, la ex policía y vocera de la asonada policial en Mar del Plata, con Carlos Pampillon y su grupo de choque neonazi, hoy debemos confirmar que un confeso miembro de esa agrupación, Marcos Daniel Caputo, está en actividad como oficial de la policía bonaerense.
En mayo de 2018, el Tribunal Federal n° 1 de Mar del Plata dictó un fallo histórico en el juicio contra siete integrantes del grupo de Pampillón, por propagandizar la ideología nazi y cometer ataques contra colectivos vulnerables, en particular mujeres trans, basados en ideas de odio, discriminación y supremacía racial. Caputo fue beneficiado con una pena leve, sin prisión efectiva, ya que era menor a la fecha de los hechos, mientras que sus seis camaradas de causa recibieron condenas de cuatro a nueve años y medio de prisión.
Uno de los ataques más recordados de los “pampillones” en tiempos recientes fue el dirigido contra mujeres y disidencias en el 30° ENM, en octubre de 2015. Un entonces casi adolescente Caputo fue filmado esa noche, junto a otros, mientras recibían órdenes del jefe del Servicio de Calle de la policía marplatense, Ezequiel Laz, “El Pescado”, conocido por el reiterado hostigamiento y persecución a familiares de víctimas de gatillo fácil y militantes en la ciudad.
La condena a Caputo estableció dos años de “tratamiento tutelar”, que incluía la asistencia a cursos de DDHH, por el lapso de dos años. Sin embargo, el 7 de junio de 2019, a un año y un mes de dictada la sentencia, fue publicada en el Boletín Oficial de la provincia su incorporación como oficial de la policía bonaerense, tras su graduación en la Escuela Vucetich subsede de La Costa, y en febrero de 2020 otra resolución similar anunció su ingreso como oficial subayudante al Curso de Ingreso al Subescalafón Comando.
Queda claro que pertenecer públicamente a una organización neonazi de permanente intervención violenta, constatado ello hasta en una sentencia judicial, no es un inconveniente para convertirse en policía. En todo caso, parece haber sido un antecedente auspicioso, porque ya venía “educado” en el odio contra los colectivos más estigmatizados por el aparato represivo estatal.
Es que, como lo informa la agencia Presentes en su sitio web (agenciaspresentes.org), el 13% de los delitos de odio hacia las mujeres trans es perpetrado por personal de las fuerzas de seguridad en ejercicio de su función estatal. Por su parte, el Observatorio Nacional de Crímenes de Odio LGBT destaca en sus informes que las fuerzas de seguridad argentinas y los servicios penitenciarios manifiestan particular saña y odio contra las personas LGBT y las mujeres, que se manifiestan en las mil formas cotidianas que permanentemente denunciamos.
Entre los casos más recientes que ejemplifican esa política persecutoria sistemática recordamos a Jorge Astorga, joven gay de 27 años que fue apaleado por el cuerpo de infantería y policías de la comisaría 6ª de Río Gallegos el 1º de mayo pasado, o el más reciente transfemicidio de Melody Barreras, mujer trans del departamento mendocino de Guaymallén, que el 26 de agosto recibió seis disparos del arma reglamentaria del policía Darío Jesús Chávez Rubio.
El ingreso de Marcos Caputo a la policía y su avance en el escalafón no es resultado de que se les escapara algún control o no conocieran sus antecedentes. Es la ratificación de que no hay manera de democratizar la fuerza, incorporarle perspectiva de género y de respeto a los derechos de todxs, porque no hay reforma que pueda cambiar su naturaleza y función represiva.

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