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Como todo golpe contra la democracia, el del 16 de septiembre de 1955 no fue gestado de la noche a la mañana. Fue una conspiración ejecutada por la Marina, el Ejército y la Fuerza Aérea, con el apoyo de la Iglesia Católica y que tuvo una prolongada preparación. El primer avistamiento del futuro golpe se dio en 1951, cuando grupos de Comandos Civiles empezaron a realizar tareas de sabotaje. Cinco años más tarde, el 16 de junio de 1955, aviones de la Marina bombardearon Plaza de Mayo. Los aviones soltaron 29 bombas, sobre la Casa Rosada, creyendo que Perón estaba allí. La CGT convocó a movilizar en apoyo y defensa del gobierno, pero poco importó a los golpistas. Decidieron entonces arrojar otra ráfaga de bombas que asesinaron 355 trabajadorxs y dejaron 600 heridxs.

Finalmente, el 16 de septiembre, con epicentro en Córdoba, se consumó el inicio del golpe de estado. Un grupo de las FFAA intentó tomar la escuela de infantería y obtuvieron el control de radioemisoras. Mientras tanto, la Armada bloqueaba Buenos Aires y amenazaba con bombardear depósitos de combustibles. Luego de ocho días de avanzada de toda la derecha abroquelada, y con la postura firme de la Armada de bombardear la ciudad de Buenos Aires, Perón renunció y empezó su exilio.

Desde entonces padecimos un profundo ataque a las conquistas obreras conseguidas, proscripciones, y persecución de la militancia popular, siempre en beneficio de los grupos económicos concentrados.
Han pasado 67 años de aquel golpe, y lo único que cambia son los nombres propios. Los actores y el escenario de violencia política siguen manifestando su odio a figuras o expresiones vinculadas al pueblo y sus derechos. Sin ir muy lejos, hace dos semanas intentaron asesinar a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, luego que la derecha recalcitrante y los autodenominados “libertarios” realizaran marchas en las que colgaron cuerpos o llevaron bolsas mortuorias con nombres de referentes políticos de DDHH, como vimos durante la pandemia. Espert, Milei, Bullrich, López Murphy y compañía vociferan convocando a una cruzada contra los “planeros” o los “delincuentes” de los barrios, y con toda impunidad claman “cárcel o bala”, felicitan a la policía cada vez aplica el gatillo fácil y proponen la libre portación de armas para instar a la justicia por mano propia. En 1955, quienes impulsaron el golpe de estado intentaron denominarlo “Revolución Libertadora”. Hoy hemos visto que algunos medios (no casualmente) continúan llamándola así, al igual que distintos referentes de estos sectores fascistas que defienden su accionar violento y de odio en nombre de “la libertad”.

Es con la unidad en las calles, al igual que en cada avanzada de estos sectores contra las clases populares, que debemos frenar cualquier intento por retroceder a las peores páginas de nuestra historia.

No pasarán.

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