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En octubre de 2003, el descubrimiento de un escandaloso fraude dirigido por el hasta entonces Jefe de la Policía Federal Argentina, comisario Roberto Giacomino –condenado 15 años después a la mínima pena de tres años en suspenso-, obligó al gobierno nacional a reemplazar toda la cúpula de la fuerza. CORREPI publicó, el 17 de ese mes, una breve semblanza de los oficiales jefes promovidos en su reemplazo. Entre ellos, se destacaba el Crio. Mayor Jorge Alberto “Fino” Palacios.

El “Fino” tenía por entonces 33 años de servicio (ingresó en 1970, saquen ustedes la cuenta de las dictaduras que sirvió). Venía de desempeñarse, sucesivamente, como Jefe de la División Operaciones Federales de la Superintendencia de Drogas Peligrosas (1997) y como Jefe del Departamento Unidad de Investigación Antiterrorista (DUIA, desde 1998).

El 20 de diciembre de 2001, junto a los comisarios inspectores Salomone y Alfano, dirigió el operativo represivo en el corredor Congreso-Plaza de Mayo, con el resultado de cinco asesinados –entre ellos nuestro compañero Carlos “Petete” Almirón-, centenares de heridxs y 212 detenidxs. Aunque logramos que fuera indagado y procesado por esa causa, rápidamente lo sobreseyó la Cámara Federal, en un fallo confirmado por la Corte Suprema.

Nada de eso frenó su rutilante ascenso. Desde diciembre de 2001, quedó a cargo de la Dirección General de Terrorismo Internacional y Delitos Complejos. Su oficina, un coqueto despacho en el edificio de Gral. Paz y Madariaga frente al cual tantas madrugadas hicimos el aguante esperando la soltura de presxs en movilizaciones, tenía para 2003 las paredes literalmente cubiertas de diplomas de cursos de inteligencia y contraterrorismo, premios y “reconocimientos” con inconfundibles sellos y escudos yanquis y del Estado de Israel. Recién sería eyectado de ese cargo, y pasado a retiro en 2004, por su relación –probada con escuchas telefónicas- con Jorge Daniel Sagorsky, un reducidor de autos robados vinculado a la banda que secuestró y asesinó a Axel Blumberg. 

Paralelamente a su carrera oficial, Palacios labró una relación íntima con Mauricio Macri desde 1991, a partir de su intervención en el sonado secuestro de quien, por entonces, era apenas si el hijo del empresario multicontratista del estado, Franco Macri. Por eso, cuando Macri asumió la presidencia del club Boca Juniors, El “Fino” se convirtió en su jefe de seguridad, junto a Eugenio Burzaco, quien luego lo sucedería como jefe de la Policía Metropolitana, siempre bajo el mando de Macri. 

El 29 de octubre de 2008, la Legislatura de la Ciudad aprobó la norma fundacional de la Policía Metroplitana. El “Fino” Palacios fue anunciado primero como “asesor” de la nueva jefatura, y, a mediados del años siguiente, cuando la fuerza estaba lista para salir a la calle, el ministro de Justicia y Seguridad del gobierno del PRO, Guillermo Montenegro –hoy intendente de Mar del Plata- lo nombró jefe de la Metropolitana. “Lo distingue su ética, sus principios morales y es bueno para la ciudad que asuma este cargo”, dijo de quien, para entonces, sumaba a la causa del 20/12 y el escándalo Blumberg, el encubrimiento del atentado a la AMIA, causa que llegó a juicio oral, en el que Palacios fue absuelto a principios de 2019. 

Apenas unos meses después de su nombramiento, el blindaje macrista no fue suficiente, y Jorge “el Fino” Palacios fue reemplazado por el comisario mayor Osvaldo Horacio Chamorro, “casualmente” su mano derecha en la PFA y su segundo en la agencia de seguridad privada Strategic Security Consultancy, que prestaba servicios para el club Boca Juniors y asesoraba en materia de seguridad a los gobiernos de Macri en CABA y de Sobisch en Neuquén.

Por entonces, estalló un nuevo escándalo, el de las escuchas ilegales ordenadas por Macri sobre familiares de víctimas del atentado a la AMIA y hasta su propia familia, con el protagonismo estelar de Ciro Gerardo James, abogado y oficial de la policía federal, que trabajó en la División Investigaciones a las órdenes de Palacios y lo acompañó también en sus emprendimientos de “seguridad privada”. Ya sabemos cómo terminó esa causa, a días de la asunción de Macri como presidente.

Cuando fue echado de la Metropolitana, la revista Barcelona tituló: El drama laboral de Jorge “Fino” Palacios: “Vuelvo a ser mano de obra desocupada”, probablemente de las más serias reseñas de su persona.

Ayer murió impune, de un infarto, mientras tomaba tranquilamente mate en su casa. 

Ni olvido, ni perdón, ni reconciliación.

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