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Con esta política, gran parte de la población tiene que destinar su tiempo a la subsistencia o es expulsada a la miseria. La salud, educación, asistencia social, discapacidad, infancias, violencias de género y cualquier resguardo o contención que el estado brindaba es desfinanciado y atacado por una constante verborragia de crueldad. Mientras, los grandes timberos, usureros de la sangría de nuestro pueblo, multiplican sus fortunas fugando más y más deuda que el ministro Caputo continúa descargando sobre las futuras generaciones. Este modelo sólo cierra con represión.

Entre decretos y leyes promovidas por el gobierno en complicidad con gran parte de la “oposición”, Bullrich se fortalece para castigar a quienes ocupan las calles y alzan la voz en defensa de sus derechos. A su vez defiende a los uniformados que matan a nuestros pibes en los barrios mediante el gatillo fácil y la tortura en cárceles y comisarías.

En este difícil contexto, los asesinos materiales de Maxi y Darío buscan acomodarse. Acosta ya goza de libertad condicional y Franchiotti con su defensa viene insistiendo por beneficios similares. Eduardo Duhalde, Felipe Solá, Anibal Fernandez y el resto de los responsables políticos aún no han sido juzgados.

El mundo por el que pelearon Maxi y Darío aún es imprescindible y cada vez es más necesaria la unidad, la organización y la lucha.

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