Ismael Sosa era un pibe como muchos, como las 45 mil personas que asistieron en enero de 2015 a Villa Rumipal, en Córdoba, para ver a su banda favorita de rock “La Renga”. Tenía 24 años, vivía en Libertad (Merlo), de ahí partió con su novia rumbo a Río Tercero. Esa noche había que pasar varios controles para entrar al recital, los primeros cordones estaban garantizados por la policía de la provincia y seguridad privada. Isma nunca lo pasó. Cinco días después, luego de una intensa búsqueda por parte de amigos y familiares, se encontró un cuerpo que flotaba en el embalse y traía la peor noticia.
Desde ese momento su familia no paró en el pedido de justicia, con una causa que tramitaba a kilómetros de sus casas, con idas y venidas por pasillos judiciales y canales de televisión se hizo evidente un paralelismo que todavía nos resuena de los años noventa, el caso de Walter Bulacio. Lo único que querían era ver a su banda, esa que los hacía vibrar y los identificaban con otros miles, así también encontraron la tragedia como las más de 5400 personas asesinadas por el aparato represivo del estado. Como en cada movilización o recital que se hizo por Isma el señalamiento siempre fue el mismo “a Ismael lo mató la policía, el estado es responsable”.
Jornada de Justicia por Ismael Sosa
Este domingo en la Plaza la Carbonera, en su ciudad de origen, más de 1500 personas junto a organizaciones nos dimos cita para gritar “ni un pibe, ni una piba menos”. Las banderas no pararon de flamear, el folklore del rock, como aquella noche que Nancy (su mamá) no olvidará jamás, se hizo presente en un escenario colmado de familias de otros casos de víctimas de la represión. Es necesario redoblar los esfuerzos por generar espacios como este, para demostrarles a los gobiernos que a la represión del estado la enfrentamos con organización y lucha.