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El 16 de septiembre de 1976, diez estudiantes secundarios de La Plata fueron secuestradxs y torturadxs. Seis continúan desaparecidxs. La Noche de los Lápices, en el marco del plan criminal de exterminio de la dictadura cívico-militar-eclesiástica, descargó el terrorismo de estado más brutal sobre jóvenes comprometidxs, nada más peligroso para el poder. Pero los lápices siguen escribiendo.
La represión y la educación popular se excluyen completamente. De la Reforma Universitaria al Cordobazo, pasando por Paulo Freire, no hacen más que distinguirse punto por punto. En estos días, durante el amotinamiento policial, circuló un titular de fantasía lleno de verdad: “Confirman que lxs docentes no saldrán a reprimir policías”. No importan las circunstancias, la historia nos muestra que la organización popular y el deseo de una vida digna siguen siendo los que ganan en la pulseada con la represión. La educación, su derecho y sus estudiantes, siguen siendo la parte más viva de esa pasión por otro mundo posible.
Desde 1986, el movimiento estudiantil secundario empezó a marchar cada 16 de septiembre, en La Plata y Buenos Aires, bajo esa consigna, “Los lápices siguen escribiendo”. La marcha de 1991 en Buenos Aires, particularmente masiva, incorporó la presencia de familiares de víctimas de la represión en democracia.
Es que, desde abril de ese año, tras la detención tortura y muerte de otro secundario, Walter Bulacio, el incipiente movimiento antirrepresivo que empezaba a construir CORREPI, venía coordinando actividades y agenda común con las organizaciones estudiantiles. “Juicio y castigo a los represores de ayer y de hoy” era la bandera que sintetizaba la lucha común contra la represión y la impunidad del pasado y el presente.
Hoy, en el marco de la pandemia y de la decisión del gobierno de delegar a las fuerzas de seguridad la implementación del ASPO, para lo que lo que intensificó su despliegue e incrementó sus facultades y su presupuesto, la juventud sigue siendo uno de los blancos preferenciales de todas las modalidades con las que el Estado descarga su violencia para el control y el disciplinamiento social. Con la misma fuerza, debemos cuidarnos, del virus y de la represión, con la lucha colectiva y popular.
Y seguimos reclamando los derechos de la juventud, con deseos de transformación que nunca se apagan. La represión busca dispersarnos, pero nos encuentra organizadxs.

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