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En enero de 2018, el abrazo del presidente Mauricio Macri y la ministra de Seguridad Patricia Bullrich al policía homicida Luis Chocobar fue la antesala a la legalización del gatillo fácil por la Resolución 956/2018, que autorizó a las fuerzas de seguridad a disparar contra personas desarmadas o por la espalda.
Nunca antes un gobierno argentino había asumido públicamente la promoción del fusilamiento a punta de reglamentaria como su política de estado. Menos aún lo había legitimado con una norma, que incluso intentaron luego incorporar al Código Penal. Con total acierto, esa resolución pasó a ser conocida popularmente como el “Protocolo Chocobar”, y la exigencia de su derogación, como de otros protocolos represivos dictado a lo largo del gobierno macrista, se convirtió en bandera de lucha.
En diciembre de 2019, esa exigencia que había ganado las calles se hizo realidad. La resolución 956, y otra media docena de protocolos dictados por Patricia Bullrich, como el programa Ofensores de Trenes y el Servicio Cívico Voluntario en Valores de Gendarmería, fueron derogados. Pero, como dijimos entonces, con eso sólo no era suficiente para cumplir con el enunciado presidencial el día de su asunción, cuando prometió “Hay que terminar con la lógica del gatillo fácil y el disparo por la espalda”.
El juicio oral al policía bonaerense Chocobar acaba de terminar. En el mismo debate, el Tribunal de Menores nº 2 juzgó al chico menor de edad que intentó robar una cámara de fotos e hirió a un turista norteamericano, con un cuchillo de mesa, y al policía que disparó varias veces, y acertó dos en la espalda de Juan Pablo Kukoc, que corría tratando de escapar, después que unos vecinos lo rodearan y le recuperaran la cámara.
La “doctrina Chocobar” ya no es ley vigente para la policía, pero no sucede lo mismo en los pasillos de los tribunales. El chico llegó al juicio preso. Chocobar siempre estuvo en libertad. La fiscal Susana Pernas pidió 18 años de prisión para el pibe, por robo agravado y tentativa de homicidio criminis causae. Para el policía, pidió apenas tres años, por homicidio con exceso en el cumplimiento del deber.
La querella, en cambio, sostuvo que cuando Chocobar descargó su arma reglamentaria sobre alguien desarmado que corría dándole la espalda, cometió el homicidio agravado que describe el artículo 80 inc. 9º del Código Penal, que se debería aplicar sin discusiones cuando quien mata es un intergrante de una fuerza de seguridad estatal, que mata con abuso de su función.
Los jueces Fernando Pisano, Jorge Apolo y Adolfo Calvete fueron más allá en su reivindicación del gatillo fácil policial. Condenaron a Chocobar al chiste de dos años de prisión en suspenso, mientras que, al pibe que tenía 17 años cuando trató de robar una máquina de fotos e hirió al turista, lo condenaron a 9 años de prisión, que cumplirá sin un día de misericoridia.
La moraleja judicial es tan clara como los ocho disparos que se escucharon ese día en La Boca: Si vas a cometer un delito, más te vale ser un policía que mata por la espalda a un chico desarmado que huye, que robar una cámara y herir al dueño con un tramontina.
Una vez más, confirmamos que, como se grita en las calles, jueces y fiscales protegen a la policía. Impedidos de absolverlo por el repudio masivo que causó la conducta de Chocobar, optaron por su habitual salida fácil, tan fácil como el gatillo del policía. Lo condenaron a una pena menor, equivalente a la que recibe quien mata por accidente en un hecho de tránsito.
Cuando es el aparato judicial, y no los voceros de la mano dura y la tolerancia cero, el que dice que es más grave intentar robar y herir que matar deliberadamente siendo policía, y aplica condenas con tan desigual vara, no necesitamos más para reafirmar que el gatillo fácil es política de estado.
Seguiremos acompañando a Ivonne Kukoc, su familia y su representación técnica, el Dr. Pablo Rovatti del Programa de Asistencia y Patrocinio Jurídico de Víctimas de Delitos de la Defensoría General de la Nación, en su lucha por justicia.
Exigimos perpetua para el policía fusilador Luis Chocobar. ¡Basta de gatillo fácil!

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