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Lucas Nahuel Verón, el “Japo”, fue fusilado el 10 de julio de 2020, en Villa Scasso, La Matanza, a horas de haber cumplido 18 años. Debido al aislamiento social preventivo y obligatorio, el festejo había sido pequeño. A la noche, su papá y su mamá fueron a dormir, mientras Lucas y su amigo Gonzalo salieron en la moto a comprar. Un patrullero de la bonaerense los comenzó a perseguir. Los policías embistieron la moto y les dispararon.
Cuando cayeron de la moto estaban a una cuadra de la casa de Lucas, por lo que Gonzalo corrió, creyendo que al “Japo” lo habían detenido, para avisar a los padres.
Lucas también intentó correr hacia su casa, pero había recibido un disparo en el pecho. Cayó muerto a metros de la puerta. “Él quería llegar a su hogar” repiten sus padres, Cristian Verón y Graciela Aguilar. El hermano de Lucas fue quien lo encontró y lo llevó al Hospital Simplemente Evita, donde intentaron reanimarlo sin éxito, mientras llegaban los mismos policías que le dispararon para decirle a la familia que “todo se iba a resolver”.
Ya en la comisaría, con presencia del fiscal Juan Pablo Tahtagian, presionaron y amenazaron Gonzalo, que en ese momento tenía 17 años, para que “confesara” que andaban robando, lo que el propio fiscal informó a la familia. Cuando el chico pudo salir del estado de shock tuvo el coraje de contar cómo lo hostigaron y amenazaron entre varios policías para que dijera eso.
Los oficiales que estaban en ese móvil son Ezequiel Benítez, quien disparó, y su pareja en la vida civil Cinthia Duarte. Ambos están hoy en prisión, a la espera del juicio por homicidio agravado contra Lucas y homicidio en grado de tentativa contra Gonzalo, que se realizará los días 16 y 17 de agosto próximos.
Lxs vecinxs dieron testimonio del prontuario de ambos en el barrio. Una semana antes, habían forzado a un chico a arrodillarse y simularon un fusilamiento; apenas un día antes del asesinato de Lucas, habían golpeado con la escopeta itaka, rompiéndole dos dientes.
Como decimos siempre, no es un policía es toda la institución. Casos similares se repiten en todos los barrios de todo el país, aunque no siempre logremos que trasciendan, y cuando lo hacen en los medios, en lugar de llamarlos como son, fusilamientos policiales, encontramos el típico “confuso episodio”, “persecución y tiroteo”. Recordamos, por ejemplo a Yamil Alexis Malizia, perseguido y asesinado por cuatro patrulleros en Córdoba cuando iba en su moto, el 7 de noviembre de 2018, o a Luciano Olivera, de 16, fusilado por el policía Maximiliano González, en Miramar, el 10 de diciembre del año pasado.
Lucas, cuyo abuelo materno fue desaparecido durante la dictadura cívico-militar-eclesiástica, era conocido en el barrio por su buen humor, su amabilidad y por la maña que se daba en hacer cualquier cosa. Armaba los carros para sus desfiles, los accesorios para sus caballos, tenía una camioneta que fue reparando desde cero. Entre muchxs militantes y organizaciones sociales, con la presencia de sus amigxs, compañerxs de desfile, folklore, milonga, y su cantor preferido, Marcelo Miraglia, hubo ayer otra jornada histórica en el barrio Villa Scasso, donde se repartió locro, cerdo y pollo al disco, porque, como dicen sus familiares, la tradición sigue siendo hacer bien a lxs demás, aún con el dolor clavado en el pecho, porque así era el “Japo” de la gente.
A dos años de su asesinato en manos del aparato represivo del estado, exigimos justicia por Lucas Verón y todxs lxs pibxs fusilados por gatillo fácil. Y compartimos estas palabras de su mamá Graciela: “Yo tendría que estar preparándote una torta de cumple y preparando tus ropas para un desfile…tengo el corazón y el alma destrozados en mil pedazos, y no comprendo, hoy tengo que estar pintando banderas pidiendo justicia por vos.”.
Lucas Verón presente, ¡ahora y siempre!

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