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Luciano: su historia.

Con 16 años, Luciano se enfrentó a la realidad cotidiana de las barriadas populares: a la falta de educación de trabajo y de salud, a las drogas, a la pobreza y al hambre. En este contexto, la “oportunidad” sobreviene con el ofrecimiento por parte de las fuerzas policiales para conformar bandas delictivas. “Robar para la corona”, traduce la necesidad de cientos de pibes para el imperio de la policía como tropa de saturación en villas y asentamientos.

Para pensar la historia de Luciano Arruga, tenemos que pensar en el accionar del Estado y su brazo policial durante estos 10 años de lucha, desde aquel 31 de enero de 2009 hasta el día de hoy.

La negativa a robar para los agentes policiales le valió la tortura y las detenciones arbitrarias con el destacamento de Lomas del Mirador como respuesta al pedido de “más seguridad”. Los momentos en que Luciano salía a hacer changas, implicaban el hecho de ser parado, detenido, golpeado y “verdugueado” por los policías a los que les había dicho que no. La detención arbitraria es el método de disciplina, con los golpes que reafirman quién manda. La detención del 22 de septiembre de 2008 fue el prólogo de todo ese calvario que vivió Luciano hasta su desaparición.

“Su hijo robó un mp3 y un celular. No lo puede ver, está incomunicado”, sostuvo el agente de la Policía Bonaerense Juan Diego Torales ante el pedido desesperado de Mónica, la mamá de Luciano. No querían darle respuesta sobre esta detención, que conjugó un derrotero de amenazas y ataques. Con la presencia de su hermana Vanesa, logró ponerle una voz al hostigamiento del que era víctima Luciano hace tiempo, incluido el martirio de esa tarde: “Vane, sacame de acá que me están matando a palos”, había alcanzado a decirle.

Luego de años de lucha, en 2015 se logró condenar al teniente primero Juan Diego Torales por las torturas contra Luciano. En el juicio se comprobó el accionar de la policía, los hostigamientos al joven, el carácter arbitrario de las detenciones y el ensañamiento del agente. Al día de hoy, es el único policía con condena efectiva en esta parte de la historia.

Luciano: los hechos.

La reconstrucción de los hechos es esclarecedora. El 31 de enero de 2009, Luciano avisó que se iba a un ciber y no volvió más. Su familia lo buscó por las comisarías y hospitales sin respuestas. Esa noche,a 15 cuadras de su casa, vestido con ropa que no era la suya, Luciano fue atropellado por la vía rápida de la autovía General Paz, a los ojos de un patrullero estacionado a pocos metros.

Los testigos que acompañaron la escena y cuidaron que no fuera atropellado por otros vehículos señalaron que corría desesperado, escapando. Fue atendido en el Hospital Santojanni, donde murió, pero donde nunca se le reconoció su presencia a la familia que había asistido al lugar en su búsqueda. Los peritajes demostraron luego  que Luciano había estado en la comisaría 8º y en un patrullero que había recorrido distintos descampados de la zona.

Luciano: el ocultamiento.

Desde un primer momento, la fiscal Roxana Castelli direccionó la investigación hacia el ocultamiento de la verdad. En su estocada inicial, puso a la misma Policía Bonaerense y a los mismos agentes sospechados de ser autores de la desaparición de Luciano Arruga a que investiguen la desaparición, negando en primera instancia un habeas corpus de la familia, que ya había denunciado la participación crucial del aparato policial en el destino de Luciano. Su sucesora, la fiscal Celia Cejas Martín, dio un salto a la revictimización con la intervención de los teléfonos de los integrantes de la familia y la disposición de “vigilancia” las 24 horas, a cargo de la DDI de La Matanza. Todo esto, con la venia del juez de Garantías Gustavo Banco.

Al confirmar el marco de investigación sobre la propia familia, los perpetradores de los vejámenes a los que fue sometido Luciano, multiplicaron las amenazas y detenciones arbitrarias a sus familiares y amigos. El Estado que garantiza la impunidad, también es un Estado presente.

Con el paso de la causa al fuero federal en 2013 y la persistencia de la lucha organizada de familiares y amigos, el expediente dió cuenta de lo que venían denunciando: la sospecha sobre la familia se conectaba con los nulos avances sobre los responsables y la carencia de información sobre el paradero del joven, pese a que la fiscal Cejas había recibido 52 legajos del Cuerpo Médico Forense que nunca revisó. Allí se encontraba el que aportaría información esencial para hallar a Luciano el 17 de octubre de 2014, enterrado como NN en el Cementerio de Chacarita.

Luciano: el presente.

En momentos donde la doctrina del gatillo fácil se vocifera desde la cúpula gubernamental, la lucha contra la naturalización de estos crímenes es imperante desde todos los sectores.

Los Policías Néstor Díaz, Ariel Herrera, Daniel Vázquez, Oscar Fecter, Martín Monte, Damián Sotelo, José Marquez, Juan Diego Torales, Hernán Zeliz son parte ejecutora y responsable de la muerte de Luciano Arruga. Su libertad ha sido resguardada por las fiscales Castelli y Cejas Martín. A una década de los hechos, el juez Gustavo Banco y su par Juan Pablo Salas dan cuenta de que la “justicia” está siempre siempre lejos de los sectores populares. Estos nombres, estas personas, hoy cumplen funciones.

Así como con los agentes Chocobar o Céspedes, el tándem Bullrich-Ritondo, bajo el ala de Mauricio Macri y María Eugenia Vidal, comparte paralelismos represivos con los ministros de seguridad Stornelli, Casal y Granados. Ellos cuentan con el aval de CFK-Daniel Scioli, quienes defienden a ultranza a sus agentes. Esta es la lógica en la que el control social se descarga con uniformes policiales de varios colores en cada barrio, en cada villa, en cada  asentamiento. Esta lógica revive aquello, y nos recuerda que los gobiernos pasan y la represión queda.

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