En esta cuarentena, que nos mantiene alertas ante la necesidad de denunciar los hechos represivos que la acompañan, con denuncias diarias de hostigamiento y detenciones arbitrarias, y crecientes casos de tortura, gatillo fácil y desapariciones, debemos también recordar los casos que hace años venimos militando junto a sus familiares.
Hace hoy 14 años, el 11 de julio de 2006, Jonathan “Tato” Mansilla, repositor de supermercado de 18 años de edad, volvía a su casa en los monoblocks de Villa Tesei, cuando el policía bonaerense Sergio Nogueira, que iba en una camioneta manejada por el sargento Marcos Rojas, le disparó por la espalda y lo mató. Para justificar el fusilamiento, plantó junto al cuerpo papeles de un auto robado y un revólver tan viejo que tenía telarañas dentro del cañón.
Fue larga y dura la pelea judicial y en las calles, ejemplarmente protagonizada por Omar y Angélica de la mano de CORREPI, para lograr que se imputara a Nogueiras por homicidio y se fijara fecha de juicio en 2010. Sin embargo, apenas unos días antes, la defensa del represor argumentó que no estaba “en condiciones psiquiátricas para enfrentar el debate”, dejando la instancia en suspenso hasta el día de hoy. A través de esta maniobra, con la tesis del “loquito suelto” institucionalizada, se garantizó la impunidad de otro represor asesino.
El 11 de julio de ese mismo 2010, mientras nos preparábamos para el juicio que sería suspendido, el subteniente de la Policía Bonaerense Pablo Apecechea entró a la casa de la familia Díaz en Moreno y fusiló a Fernando “El Pata” Díaz, gasista de 35 años, en la cocina de su casa.
Con la organización y la lucha de la familia de El Pata, logramos llevar a Apecechea al banquillo de los acusados. En mayo de 2013, el tribunal oral n° 4 de Mercedes no tuvo otra opción que condenarlo a prisión perpetua por homicidio agravado por su condición de miembro de las fuerzas represivas. Esa sentencia fue la primera vez que logramos que un tribunal aplicara esa figura calificada del Código Penal, que reconoce el gatillo fácil como un crimen de estado.
Las historias de Tato y El Pata y de la lucha de sus familias adquieren particular relevancia en la situación que hoy nos atraviesa, con la ampliación de facultades a las fuerzas de seguridad con las que se pretende resolver una crisis que, por el contrario, exige respuestas asistenciales y sanitarias.
Por eso seguimos diciendo:
Jonathan “Tato” Mansilla y Fernando “El Pata” Díaz
¡PRESENTES! ¡AHORA Y SIEMPRE!
Basta de gatillo fácil
Cuidémonos colectivamente del virus y de la represión