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El 18 de noviembre de 1994, Pablo Fillón fue fusilado por la espalda. Las balas fueron del Estado y las gatilló la policía de Merlo.
La causa fue archivada sin condena para los responsables de la muerte de Pablo. Tampoco pudo probarse el supuesto robo que alegó la policía, para justificar su asesinato.

Después de 26 años, recordamos su historia
en las palabras de su prima, Carla Sosa :

“¿Dónde está el monstruo de las cosquillas?

Papá no venía seguido a casa, lo hacía una o dos veces por año. Su presencia en casa me llamaba la atención, nunca entraba, se quedaba en la puerta algún fin de semana y esperaba a que salga para llevarme a pasear.

Ese día no me llevó a ningún lado. Mi viejo y mi vieja comenzaron a hablar, mi vieja gritó fuerte “yo sabía”, yo no entendía nada, solo escuchaba el nombre de Pablo y seguía peinándome frente al espejo.

Intentaba escuchar de qué hablaban, por qué esta vez no estaban peleando. Me miré al espejo y supe que esa cara era importante de recordar. No me olvido más.

El tiempo pasó y mi familia hizo lo que pudo con el dolor, siempre que iba de mi tía, Pablo estaba de vacaciones, Pablo estaba con lxs amigxs, Pablo estaba con la novia, Pablo se había mudado, Pablo, Pablo, Pablo. Seguro que era molesto que una nena de 8 años preguntara insistentemente removiendo el recuerdo.

No sé cómo un día me enteré, las conversaciones que escuchaba de lxs grandes tras las puertas o haciéndome la que jugaba cerraron todas de una vez. No sé que pretendían, quizás no querían que duela, o que piense en venganza, que pierda la esperanza o que se acorte mi infancia. A esa edad ya entendía muchas cosas del dolor, comprendía perfectamente que el monstruo de las cosquillas ya no me haría sonreír nunca más entre el techo, el aire y sus manos tan fuertes e inmensas para sostenerme y nunca dejarme caer.

A todxs les cuesta hablar de vos. Nadie puede decir lo buen hijo que eras, el dolor que sentías, lo mucho que te gustaba la música, lo que nos hacías reír, lo loco que estabas, lo buen amigo que te proponías ser, lo lindo que te hacía sentir manejar un auto, las cosas que querías olvidar. A todxs les cuesta, a mi me cuesta. Me cuesta contarle a mis compañerxs de vos, porque me van a dar un abrazo tan grande que se va a parecer al tuyo, y si ese abrazo llega me voy a tener que convencer que no había vacaciones, amigxs, novia o mudanza que te alejen de mí. Entonces esa fría calle de Pompeya te vería dentro de ese auto, en esa noche cerrada, con ese ardor en el pecho y una canción de SUMO que nunca dejará de sonar.

Estamos en 2020 y siempre propongo lo mismo, una breve charla con tu vieja y Ale (tu hermana) para que traigan de la memoria tu recuerdo. Les duele mucho, les sigue doliendo como esa noche donde tu luz de apagaba y la de los patrulleros nos daban la noticia. Lavándose las manos, diciendo que había que ir a la comisaría porque algo había pasado. Ellas no pueden hablar, pasan los años y todavía no pueden hablar. Mientras tanto las calles se siguen llenando de familias, de madres, hermanas, tías y primas gritando por otros Pablos. Quiero decirte que no te olvidamos, que seguimos en las calles y que muchos quieren conocerte en una historia. Lxs pibxs siempre viven en la memoria, en la lucha. Te extraño. Te seguimos gritando en cada canción.”

BASTA DE GATILLO FÁCIL

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