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Hoy, 6 de agosto, se cumple un nuevo aniversario del asesinato de Sergio Durán. Veintinueve años del primer caso desde 1983 en el que se comprobaba la utilización de la picana para torturar en una comisaría. Sergio murió de dolor.
Durante el transcurso del proceso, los cinco policías responsables de la tortura seguida de muerte de Sergio fueron beneficiados con múltiples privilegios, potenciados por el encubrimiento institucional y judicial que les permiten hoy caminar libremente.
En 1995 llegamos al primer juicio oral, contra el oficial subinspector Jorge Ramón Fernandez, que fue condenado a prisión perpetua. Mientras tanto, hacía más de tres años que sus colegas, el subcomisario Miguel Ángel Rojido, los cabos Raúl Nicolosi y Raúl Rodolfo Gastelú y el oficial Luis Alberto Farese estaban prófugos.
Al año siguiente, comprobamos que Miguel Angel Rojido y Raúl Rodolfo Gastelú llevaban una vida normal en los domicilios denunciados en el expediente, Rojido en Mar del Plata y Gastelú en Las Catonas, Moreno. En ambos casos verificamos que eran habitualmente visitados por otros policías. Gastelú, para colmo, trabajaba en la municipalidad de Moreno.
Gracias a una cámara oculta organizada por CORREPI con apoyo de un medio de comunicación, logramos sus capturas en octubre de 1996, y poco después se detuvo a Nicolosi. Pero como para 1999 no se había realizado el juicio oral, Rojido y Gastelú fueron excarcelados.
Mientras tanto, el oficial Farese, que había seguido cobrando su sueldo cada mes en los primeros cinco años de su profugación, hasta 1997, fue detenido y alojado en la comisaría de Castelar. En febrero de 1998, vestido con uniforme policial, salió tranquilamente por la puerta y no se ha vuelto a saber de él.
El segundo juicio comenzó en 2003, sólo con Nicolosi preso. El subcomisario y el cabo no se presentaron, y nuevamente, ante los ojos de todxs, se dieron a la fuga. Nicolosi fue condenado también a prisión perpetua, mientras seguíamos buscando a los prófugos.
En 2004, vecinxs del Barrio Trujui nos avisaron que el cabo Gastelú seguía en Moreno. Lo ubicamos y discretamente fotografiamos y filmamos sus desplazamientos –seguía trabajando para el municipio. Logramos que se dispusiera un operativo, pero fue deliberadamente tan poco sutil que le dieron tiempo de escaparse de nuevo. Recién para la Nochebuena lo volvimos a encontrar y fue detenido. Al año siguiente, el cabo Gastelú fue el tercero condenado a prisión perpetua.


Para 2007, otra denuncia anónima nos alertó de que el oficial Fernández, el primer condenado a perpetua, había recibido una libertad asistida y permiso para trabajar para la empresa de seguridad privada Segur Part S.A., a cudra y media de la comisaría en la que torturaron a Sergio. Ante la campaña pública realizada por CORREPI y la familia de Sergio, lo echaron. Actualmente se lo ve desfilando por los tribunales de Morón ya que se recibió de abogado en la Universidad de Morón.
En mayo de 2012, una vecina de Mar del Plata nos dio datos del paradero del subcomisario Rojido, que seguía viviendo en la misma casa donde lo habíamos ubicado en 1996. Nuevamente lo filmamos con su auto y saliendo de un negocio de artículos de limpieza de una de sus hijas, entregamos el material a la justicia, pero nunca lo fueron a buscar.
Hoy ya no queda nadie preso, porque, igual que Fernández, Nicolosi y Gastelú salieron en libertad. Es que una condena a prisión perpetua nunca dura más de 10 años si el condenado tiene uniforme.
Veintinueve años después del asesinato de Sergio, gracias a la impunidad garantizada por el estado, a través de cada gobierno, del poder judicial y la policía bonaerense, los cinco torturadores –tres condenados a perpetua, dos prófugos y nunca juzgados- caminan por las calles con total impunidad y hacen su vida como si no fuesen responsables de nada.
Por eso insistimos en que, para combatir el gatillo fácil y la tortura, es fundamental que sea realidad el castigo efectivo a los autores de estos crímenes. Y a los prófugos, los seguimos buscando. Si los ves, no avises a la policía y comunícate enseguida con CORREPI.

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